Esta prenda es complemento de la vestimenta flamenca y en un esencial para la interpretación de algunos bailes flamencos. Aunque el flamenco lo ha hecho suyo, es una pieza que se utiliza también como complemento femenino para otro tipo de eventos. Pero como en todo, el mantón también ha sufrido una evolución desde sus orígenes hasta nuestros días.

Aunque es originaria de China, el nombre lo ha heredado de la capital de Filipinas, Manila porque desde aquí llegó a España. Apareció por primera vez en el año 600 a.c.. Sí, has leído bien, es una pieza muy antigua. Los chinos descubrieron la seda y fueron los primeros en bordar con hilo de seda, de ahí que sea en este país donde surgió esta prenda.

Filipinas fue colonia española y durante el XVI estuvo muy activa la ruta comercial marítima de Manila a Sevilla, motivo por el que Andalucía empezó a importar el mantón. Durante el siglo XVIII, se popularizó el uso del mantón en España como complemento del vestuario de la mujer. Y desde entonces hasta hoy, el mantón ha evolucionado, sobre todo, en lo que se refiere a los motivos decorativos. Al principio tenían referencias orientales, como dragones o bambúes, bordados que se fueron sustituyendo por flores o el añadido de los flecos.

El mantón se convirtió en un símbolo de elegancia y referente de moda de la época, un elemento que llamó también la atención a los grandes pintores que inmortalizaron este complemento en sus cuadros, donde aparecen mujeres con mantón. Más tarde el flamenco incorporó el mantón a su vestimenta y lo convirtió en una pieza fundamental en la interpretación de algunos palos flamencos.

Por lo general, el mantón de Manila se lleva sobre los hombros y su tamaño varía, pero lo idóneo es que cubra la espalda y los extremos lleguen a la punta de los dedos de cada mano con los brazos extendidos. 

EL MOVIMIENTO DEL MANTÓN DE FLAMENCO

El mantón de flamenco otorga elegancia y belleza al baile gracias a los movimientos de la bailaora. Conseguir esa vistosidad no es fácil, ya que requiere una buena técnica. No se trata simplemente de agitar el mantón, sino que hay que hacerlo a compás y que este sea una prolongación del cuerpo de la bailaora. Que el mantón baile con el movimiento de brazos de la artista con el ritmo y la fuerza adecuada.